Ayer fuimos a ver a Yayoi Kusama al MALBA,
antes de ir fui interrogada: -¿que te interesa de ella? -La belleza en el dolor
psíquico… Yayoi Kusama se internó voluntariamente en los 70 en un
neuropsiquiátrico donde sigue viviendo hasta la actualidad, hoy leyendo sobre
ella encuentro que no soy original: -To think that such immense beauty can come
from such a dark place… Ya en las veredas del Malba Yayoi se subía a los
árboles en lunares rojos y la alegría parecía que se nos metía por todos lados,
en el frio de la ola polar que azotaba Buenos Aires Yayoi nos ponía en
movimiento, proponía risa y juego, pero yo venía advertida, sabía que
encontraría también todo lo demás...
Habitaciones de una casa blanca cubierta de
lunares de colores, cuadros desbordantes de color y repetición eterna de un
alfabeto que en su recorrido logra hacerse nuestro, instalaciones donde lo
agresivo se transforma en lúdico y un lugar donde un millón de luces de colores
se prenden y se apagan a veces a su humor a veces en humor compartido y espejos
infinitos logran reflejar nuestras propias luminarias para enamorarnos del
universo y de nosotros mismos: “los espejos reflejan un mundo que nos es
desconocido”
Yayoi es una maestra de las paradojas, es
fluorecente y calma, alegre y trascendente, divertida y existencial,
omnipresente e infinitesimal, repetida y original, su obra parece comprenderlo
todo… el punto, objeto de repetición permanente y omnipresente en su obra es
uno y todo y cada cosa, tan único y maravilloso pero posible solo ante otros
puntos, solo en relación al universo de puntos que es infinito y devora al
punto que se pierde y desaparece, se desvanece en la inmensidad de los puntos
tan particulares y maravillosos, Yayoi es repetición obsesiva hasta el hartazgo
y sin embargo es pura creación original y fascinante, posible allí donde parece
que nada nuevo, nada distinto, nada vivo es posible, allí Yayoi deslumbra,
Yayoi es obsesión agobiante, angustia desbordante compulsiva continua
permanente acuciante y de allí del lugar mas oscuro y desesperante surge un
universo de color y alegría casi desopilante, Yayoi es locura y todo sensatez,
Yayoi no solo propone una estética sino una ética, y desvanece con su arte un
millón de contradicciones imaginadas, en su universo no hay tiempo todo es posible
en el mismo momento, y “el presente nunca se acaba”
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